LA IMAGEN ES DEL FIN DE SEMANA PASADO. UNA EMOCIONANTE CELEBRACIÓN DEL EQUINOCCIO en que me tocó dirigir un ritual de Danzas de la Paz Universal. Son danzas y cantos simples y elocuentes que nos enseñó hace tantos años el maestro Yakzán, con incomparable magia mística. Fue un honor revivirlas en ese prado verde brillante, sombreado por inmensas araucarias, gingkos, hayas, ceibos, con ochenta personas entregadas a cantar y bailar en rondas concéntricas que se abrían al cosmos como una flor palpitante. Vivenciando, como uno solo, el deseo ferviente de abrir el corazón para llenarlo de amor, sabiendo que si abro el mío el tuyo lo sentirá, y querrá abrirse, y resonará en el de todos, y así estaremos más cerca de que la humanidad despierte pronto de su mal sueño.
DE TI RECIBÍ, A TI TE DI; JUNTOS COMPARTIMOS, DE ESO VIVIMOS… dice la letra de una de las danzas, en que vamos cantándoselo a cada uno mientras lo miramos a los ojos, haciendo los gestos rituales, dejando que la gratitud y la generosidad naturales de nuestra alma hagan florecer adentro el goce de descubrirte, de percibir sin velos la maravilla de tu esencia divina, la belleza de tu molde de luz. En el cosmos, somos, sin excepción, hermosísimos; acá, andamos de incógnito, cubiertos por las veladuras de la encarnación. Pero el amor es vidente: sabe traspasar las apariencias.
¡Qué tiempos tan paradójicos estos!
La luz, más deslumbrante que nunca; la oscuridad, tan intensa que por ratos nos convence. El miedo ya no es simple miedo, porque en cada esquina puede volverse crisis de pánico o paranoia apocalíptica, sin decir ni agua va. Por suerte, a pesar de tanto efecto especial, sigue siendo miedo no más.
La vida nos desafía fuerte ahora, porque estamos más grandes, más conscientes. No nos queda otra alternativa que ser mucho más valientes, y muchísimo más desapegados. Valientes para enfrentar los embates internos de las memorias del dolor, que cargan algunas reacciones del presente a un grado tan intolerable que tenemos inevitablemente que detenernos, enfrentar la antigua herida, y sanarla con dulce paciencia. Desapegados para estar sin estar en un mundo público donde el odio, la mentira y el abuso destruyen todo lo que pueden. Ese mundo artificial, el que se quedó sin alma, es el mundo que está muriendo, el que se termina para siempre en este fin de mundo anunciado hace siglos por los sabios. Los mismos sabios que nos instruían cómo estar ahí: EN EL MUNDO, PERO NO DEL MUNDO…
Es decir, estar, participar, aportar apasionadamente, pero sin identificarse. Identificados solamente con nuestro ser eterno, con el cosmos y la naturaleza, con el amor a la humanidad inocente, esencial, inconsciente todavía, pero siempre presente en mi corazón y en el tuyo. De ti recibí, a ti te di; juntos compartimos, de eso vivimos…
¡Un abrazo de año nuevo astrológico para todos! (El año astrológico comenzó en el equinoccio, con la entrada del Sol a Aries)
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